La historia de Nachiketas
A menudo las grandes verdades universales se trasmiten en forma de cuentos o mitos que pueden ser interpretados desde los diferentes niveles de consciencia en que se encuentra cada oyente.
🎙 Artículo narrado en voz
Uno de los relatos ancestrales que puede servirnos de ayuda en el proceso de sanación de la mente, es la historia de Nachiketas que se transmite primero de forma oral y más tarde por escrito desde hace al menos 2.500 años. Entre sus diferentes versiones recogemos aquí un extracto de la obra de J.F. Bierlein, El espejo eterno (Oberon 2001 pp. 243-245).
Había una vez un vaquero brahmán llamado Vajashrava que deseaba de todo corazón ganarse el favor de los dioses. Pero todas sus vacas estaban viejas y ya no daban leche; sus cultivos eran pobres y apenas le alcanzaba para alimentar a su familia. Vajashrava habló con su hijo, Nachiketas, sobre lo difícil de su situación. Nachiketas le dijo: “Padre, no tienes nada que darle a los dioses, más que a mí. ¿A cuál dios me ofrecerías?” Vajashrava le respondió con tristeza, “A Yama, Señor de los muertos”.
Nachiketas era un joven inusualmente prudente y se puso a pensar sobre ello. Sabía que no había nada que temer; no iba a ser la primera ni la última persona en ser ofrendada a Yama. Desde luego que las bendiciones que provendrían de esa ofrenda serían grandes, así que el joven accedió. Nachiketas emprendió su camino a la tierra de los muertos, pero Yama estaba fuera recogiendo almas. Nachiketas esperó a Yama durante tres días.
Cuando Yama regresó y supo de la espera del joven brahmán lo trató como un huésped de honor y le dijo que tenía derecho a tres deseos que no podían ser rechazados. Nachiketas deseó primero que su padre lo reconociera y lo recibiera cuando volviera de la tierra de los muertos. El segundo deseo era saber dónde se podía encontrar el fuego sagrado que conduce directamente al cielo. En tercer lugar pidió saber el secreto de lo que hay más allá de la muerte, más allá del alcance de Yama en el inframundo.
Aunque Yama le concedió gustoso las dos primeras peticiones, estaba renuente a concederle la tercera. Yama le dijo a Nachiketas, “Incluso los dioses de la antigüedad tenían sus dudas sobre este misterio. Pide cualquier otra cosa, ya sea riqueza, fama, hijos, larga vida o cualquier otro deseo, pero no éste”. Le ofreció también poder mundano y cinco esposas, las más bellas doncellas de los cielos. Pero Nachiketas le dijo que todas esas bendiciones materiales solo son ilusiones. El joven dijo: “No hay nada que me interese excepto el misterio de lo que hay más allá de la muerte”.
No hay nada que me interese excepto el misterio de lo que hay más allá de la muerte
Yama sonrió y respondió: “Eres muy sabio, Nachiketas. El necio cree que sólo la vida de este mundo es real y pone su corazón en los placeres y la riqueza. Incluso el sabio es presa de la ilusión. Pero más allá de la muerte, te digo, está el gran y eterno Uno (Brahman). Muchos no conocen al Uno eterno ni lo buscan. Conocer al eterno Uno que es más grande que todos los dioses es estar sin la muerte, oh Nachiketas; el Uno nunca nació y nunca muere. Más pequeño que lo pequeño y más grande que lo grande, el Uno habita en el corazón humano de aquellos que lo buscan. El humano que conoce al Uno, no conoce el dolor; no hay nada que lo pueda desalentar. Esto no se puede aprender mediante simples explicaciones, ni siquiera por conocer y recitar las escrituras. Cuando se suelte cada nudo del corazón humano, entonces se podrá conocer al Uno”.
Este tercer deseo fue concedido y Nachiketas regresó a la tierra de los vivos. Cuando preguntó a la Muerte qué hay más allá de la Muerte, aseguró su inmortalidad.
No vamos a entrar aquí en el tema del sacrificio que desde hace milenios se viene practicando en todas las tradiciones de la tierra. Proyectando sobre los dioses nuestra propia dinámica de pensamiento egoica, los humanos hemos realizado tratos con ellos para obtener aquello que deseamos: “Yo te doy esto a cambio de que tú me des esto otro”. La creencia de que es necesario pagar a la divinidad para alcanzar nuestros objetivos está firmemente arraigada en lo más profundo del inconsciente colectivo. Dejaremos este tema para otro momento. Aquí nos interesa el viaje de un joven que desde la inocencia emprende un camino al otro mundo para encontrar respuestas al sentido de esta vida y ayudar a su querido padre.
Todos somos Nachiketas en busca del “misterio de lo que hay más allá de la muerte”. En uno u otro instante de nuestra vida como humanos nos planteamos esta cuestión. Llega el momento en el que nada de este mundo nos interesa más que esto pues es allí adonde nos dirigimos irremediablemente y donde intuimos que estuvo el comienzo del viaje. En este mito ancestral se describe la naturaleza de lo trascendente, del Ser que somos que es Uno con su Fuente Creadora. Esa realidad está más allá de este mundo y más allá de la muerte. Cuando se conoce al Uno, dice Yama, toda forma de sufrimiento desaparece. Pero al Ser no se llega solo atendiendo a las explicaciones y los escritos que pueden ser necesarios pero nunca suficientes. Al Ser no se llega mediante la muerte. Solo se llega “cuando se suelte cada nudo del corazón humano, entonces se podrá conocer al Uno”.
Hay que deshacer los nudos que impiden que el amor circule libremente. Esta es, a mi entender, la gran enseñanza de este mito. Y hablar de nudos de amor es hablar de la falta de perdón, un silencioso veneno cuyo antídoto descansa en el perdón verdadero. Solo mediante un cambio de percepción radical es posible ver la luz que un día vimos en alguien y que ahora parece haber desaparecido. Todos arrastramos el peso de nudos en nuestras relaciones que frenan nuestro avance, secando nuestro jardín interior. Con cada nudo que deshacemos aumenta el caudal de la fuente. Cada vez hay más verdor para compartir en nuestro mundo interno. Llegará el día en que todos los nudos serán deshechos y fluiremos en las aguas limpias del conocimiento.