Estudiando Un Curso de Milagros con el ego como maestro
🎙 Artículo narrado en voz
Una de las cosas que no deberíamos olvidar los estudiantes de UCDM (o de cualquier otra línea de trabajo psico-espiritual) es que, estando como estamos guiados por el ego en la mayor parte de nuestra vida cotidiana, tenemos una enorme inercia a interpretar de manera errónea lo que nos dice el Curso. Todos los humanos estamos huyendo de la verdad pues no somos un cuerpo-persona sino el Ser que Dios creó. Reconocer esta huida en el día a día resulta esencial. Reconocer que aún deseamos como maestro al ego es la única manera de llegar a soltarlo definitivamente.
Conviene recordar la ventaja que supone, de cara a la práctica, personalizar al ego, es decir, tratarlo como si fuera una persona, tal como se le describe en el Curso. Ya sabemos que el ego es solo una manera errónea de pensar y sentir, un sistema de pensamiento que funciona contra la unidad del amor. El ego tiene sus objetivos que, si bien son dementes, son los que nosotros tenemos sin darnos cuenta. Cada pensamiento egoico que alimentamos está al servicio de la separación de Dios, de nuestros hermanos y de nuestro propio Ser. Por eso en el Curso se nos repite una y otra vez la importancia de vigilar la mente pues es la única manera de deshacer el ego que es el único obstáculo que tenemos para experimentar la paz, la alegría y la plenitud de nuestro Ser. Se trata de una vigilancia relajada, amable con nosotros mismos, sin juzgarnos, pero vigilancia al fin y al cabo. Solo mirando el ego podemos darnos cuenta de las consecuencias que genera en nuestra experiencia cotidiana. Y solo así podemos dejar de elegirlo como maestro.
Se trata de una vigilancia relajada, amable con nosotros mismos, sin juzgarnos, pero vigilancia al fin y al cabo.
Pero de momento, la visión del ego sigue siendo, por defecto, la visión con la que interpretamos todas las cosas y todas nuestras relaciones. El ego va a hacer todo lo posible para evitar que estudiemos el Curso pero cuando decidimos hacerlo cambia de máscara y nos viene a decir: “Claro que sí, tienes que estudiar el Curso, esto te dará un buen nivel espiritual. Podrás sentirte superior a quienes no lo estudian. Serás muy especial, muy diferente a los demás”. Entonces nos ponemos a estudiar, a veces con resistencias y otras de buena gana, para reforzar el especialismo. Vamos aprendiendo conceptos interesantes y el ego se mantiene al acecho. Pero cuando tratamos de llevarlos a la práctica, el ego se siente amenazado y prepara su contraataque. Es entonces cuando observamos la enorme dificultad que tenemos para practicar la enseñanza central del Curso: el milagro o verdadero perdón. ¡Qué difícil resulta cambiar la manera de ver las cosas! Parece imposible ver algo de luz en quien parece ser el culpable de nuestro malestar. El ego se frota las manos mientras nos aconseja: “Ya ves que este Curso es muy difícil de aprender. Esto no es para ti. Mejor busca otra cosa que sea más apropiada para ti”. También puede aconsejarnos seguir practicando, eso sí, desde su propia interpretación de lo que es el perdón: “Está claro que esta persona se lo montado muy mal. Tienes que ser realista y aceptar su maldad. Es así. No te queda más remedio que aceptarlo tal como es. Pero tú eres mejor persona, eso está claro y puedes perdonarle. Sigue así”. Como dice el Curso, el ego tiene su propia versión del perdón, una versión que nos hunde más en sus oscuros pantanos de separación.
El ego va a tratar de impedir por todos sus medios que estudiemos el Curso. Pero sobre todo, va a tratar de impedir que lo pongamos en práctica pues eso es lo único que puede deshacer su sistema de pensamiento basado en la realidad de la maldad, la culpa y la separación. Pero recordemos lo que dice el Curso: No luches contra ti mismo. No se trata de luchar contra el ego pues el ego no es nada, es solo un pensamiento equivocado. No tiene poder alguno sobre nosotros. Solo tiene el poder que le damos al seguir sus consejos, al aceptar sus interpretaciones del guion de nuestra vida. La manera de deshacer el ego es mirándolo, observando sus trampas. Es el gran embustero. El Curso describe sus ardides que tratan de evitar dos cosas. Primero que volvamos a la mente, a nuestro mundo interior, reconociendo que la causa de nuestro malestar no está ahí afuera en el mundo sino aquí adentro en la mente. Y, en segundo lugar, una vez hemos entrado en la mente, tenemos la capacidad de elegir el amor en lugar del ataque-defensa. Primero volvemos a la mente y después volvemos al amor. Repetiremos ese movimiento una y otra vez, tal vez millones de veces, hasta que ya no nos quede ninguna duda de cuál es la verdadera causa del sufrimiento humano y cuál es la verdadera solución. Entramos en el interior una y otra vez para elegir la visión del Amor. Una vez elegida dejamos que el Amor nos guíe y nos traiga el deseado cambio de percepción. Es así como, poco a poco, la mente recupera su estado natural y su completa cordura.